El
26 de abril de 1810,
Ludwig van Beethoven (1770-1827) asistió a un recital de una niña
prodigio. Todo iba perfectamente hasta que la niña intentó una
pieza del propio Beethoven y se atascó. La pequeña se aturdió
tanto que abandonó la sala a la carrera entre sollozos. Beethoven
fue tras ella y le preguntó por qué no había podido proseguir su
pieza. La niña respondió que todas sus composiciones eran muy
difíciles. Para tranquilizarla, el músico, prometió componerle una
sonata sólo para ella. Muy poco después (algunos dicen que al día
siguiente), la joven pianista recibió la partitura de una obra que,
con el tiempo, pasaría a formar parte del canon pianístico mundial.
La
obra era una bagatela para piano solo, compuesta en la menor, a la
que Beethoven, como es lógico, había puesto el título de Para
Teresa, en cariñoso homenaje al nombre de pila de la niña. Pero
cuando en 1867 Ludwig Nohl redescubrió la pieza la transcribió
erróneamente, por la mala legibilidad del autógrafo del compositor,
como Para Elisa o Elisa Wo O. 59. Todo ello, caso de ser cierto que
existe tal partitura, pues la transcripción de Nohl está
supuestamente basada en un manuscrito autógrafo de cuya existencia
no existe prueba alguna.
El
musicólogo y pianista Luca Chiantore ha demostrado en su monografía
Beethoven al piano (Barcelona, 2010) que existen pruebas suficientes
como para afirmar que Beethoven no fue quien dio la forma definitiva
a esta obra y que Nohl se basó, en realidad, en los esbozos del
conocido manuscrito 116 de la Beethoven Haus. La mencionada Teresa
podría ser Therese Malfatti von Rohrenbach zu Dezza (1792- 1851),
joven alumna de Beethoven, a la que este se declaró en 1810, aunque
ella prefirió casarse con un noble funcionario estatal austriaco,
Wilhelm von Drossdik en 1816.
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