jueves, 12 de mayo de 2016

Concorde: Cómo llegó a su fin el sueño de volar a la velocidad del sonido

El 25 de julio del año 2000, el vuelo AF 4590 salió con una hora de retraso. El piloto, el experimentado Christian Marty, había detectado un desperfecto en el segundo motor de los cuatro Rolls-Royce que propulsaban la nave, el Concorde. Tras reemplazar la pequeña pieza responsable del fallo, se procedió a la entrada en pista, la número 6 del aeropuerto parisino Charles De Gaulle, de cuatro kilómetros de longitud. El avión había recorrido aproximadamente la mitad de la pista de despegue cuando el controlador de vuelo observó desde la torre que había fuego bajo el ala izquierda e informó inmediatamente al piloto. Para detener el Concorde, con las noventa toneladas de combustible en los depósitos repletos y ya a casi trescientos treinta kilómetros por hora, se necesitaban unos tres kilómetros de pista y sólo quedaban dos. Así que el piloto decidió acertadamente despegar para aterrizar en el aeropuerto de Le Bourget, a sólo cinco kilómetros de distancia.

Pero no lo conseguiría. Cuando el llameante Concorde alzó el vuelo, lo hizo demasiado despacio y a muy baja altura. El motor Nº2 no tenía la potencia suficiente y pronto dejó de responder también el Nº 1, ambos situados en el ala izquierda. Vibrando con fuerza y fuera de control, el avión se inclinó hacia ese lado y avanzó unos metros más, a sólo quince del suelo, mientras el ala afectada se iba fundiendo. Segundos después, el Concorde se estrellaba contra un hotel de la localidad de Gonesse, un edificio de cuatro plantas del que no quedaron ni los cimientos. Una minuciosa investigación concluyó que una serie de imprudencias y defectos encadenados de manera fortuita derribaron al gigante supersónico, causando las ciento trece víctimas.


Tres semanas más tarde se retiraba toda la flota operada tanto por Air France como por British Airways. Catorce meses más tarde volvieron al servicio cuatro aparatos de la compañía francesa y cinco de la inglesa. Sin embargo, la tragedia pesaba sobre los posibles pasajeros y cada vez eran menos los que adquirían los caros billetes, lo que unido a los elevados costes de mantenimiento terminó por sentenciar al Concorde, que dejó de volar. Fue el final del sueño de superar la barrera del sonido con un avión de pasajeros que había tomado forma hacia 1950, cuando cuatro potencias se embarcaron en el proyecto de manera independiente en una carrera en que se impondría finalmente el modelo franco británico del Concorde.

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