Tendencias
Idiomas del futuro (2 de 2)
En los próximos cien años la mayoría de las lenguas existentes en el mundo habrá desaparecido. Quedará alrededor del diez por ciento y la idea de un único idioma, comprensible por todos los habitantes del planeta, seguirá siendo una utopía.
Lingüicidio
En los próximo 100 años ocurrirá en el mundo lo que algunos especialistas han llamado un lingüicidio. Es decir, la extinción de un idioma por diversas causas. Si en el mundo se hablan, en la actualidad, unas 6912 lenguas, dentro de cien años casi todas estarán extintas: Sobrevivirán alrededor de 600. Es decir, el noventa por ciento de las lenguas habrá desaparecido. Pero hay más: Las lenguas que sobrevivan, se simplificarán y su aprendizaje será más fácil.
En algunos casos la extinción es cosa de un par de décadas o incluso años. Por ejemplo el Cayapa, en Ecuador, con poco menos de cinco mil hablantes. O el Walmajarri, en el Oeste de Australia,con poco más de mil hablantes. El Zuñi, en Nuevo México, Estados Unidos, con nueve mil hablantes. Hay lenguas que se encuentran prácticamente muertas, y su extinción es asunto de años. Por ejemplo, el Liki, en Indonesia, tiene sólo cinco hablantes. O el Njerep, de Nigeria, con tan sólo cuatro hablantes. El Ongota, de Etiopía, que sólo posee seis hablantes. Y la lista podría extenderse.
Los países que más sufrirán este lingüicidio son auténticas babeles humanas: En Camerún se hablan 270 lenguas; en la India, 380; Nigeria, 410; en Indonesia, alrededor de 670. Pero el país que se lleva la palma es Nueva Guinea. En esta isla, ubicada al norte de Australia, y con casi ocho millones de habitantes, se hablan 850 lenguas. Debido a su enorme variedad cultural, cada aldea ha desarollado su propia lengua. Se hallan emparentadas en el léxico en más del noventa por ciento, pero la fonética y la gramática son distintas; así las cosas, un hablante de hiri motu no puede entender a un hablante de motu. Para entenderse en medio del caos lingüístico, existen tres idiomas oficiales: el inglés, el tok pisin y el hiri motu.
Europa tampoco se salva. Un estudio de la Universidad de Manchester señala que el islandés, el letón, el maltés y el lituano son las lenguas con mayor peligro de extinción. Y en el rango de “posición de riesgo” , es decir, que también podrían verse amenazadas, se encuentran el búlgaro, el griego, el húngaro, polaco, vasco y catalán.El estudio concluye que hasta 21 lenguas europeas se encuentran amenazadas.
Entre las lenguas europeas que gozan de apoyo moderado, y que con toda seguridad sobrevivirán al lingüicidio, están el inglés, alemán, francés, español e italiano. Otras lenguas que sobrevivirán, el árabe, ruso y el chino mandarín. Con relación a este último hay que señalar algo. Debido al auge y expansión de la economía china, muchos piensan -erróneamente, pero ése es otro tema- que China será la superpotencia del siglo XXI e impondrá su hegemonía mundial. Pues hay un obstáculo: El idioma. El mandarín es endiabladamente difícil de aprender en la vida adulta, por tanto, es altamente improbable -para decirlo más claro, imposible- que el mandarín sea el idioma universal que se imponga de aquí a cien años.
Otra utopía, algo inimaginable e imposible, es que de aquí a cien años se imponga un idioma universal, comprensible para todos los habitantes del planeta. La diversidad de lenguas se habrá reducido en un noventa por cierto. La extinción de una lengua conlleva la desaparición de la idiosincrasia de las diversas culturas representadas en esa lengua. Y los idiomas que sobrevivan, simplificarán su forma hablada y escrita. Pero aún así el planeta estará muy lejos de una lengua comprensible por todos. El inglés, continuará dominando como forma de comunicación entre naciones/personas en el mundo, pero lo hará coexistiendo con otros idiomas.
Breves:
Inglés, mandarín y español:
Se estima que en todo el mundo hay alrededor de 1500 millones de personas aprendiendo el inglés. Una cifra muy superior a los 30 millones que aprenden chino y 15 millones que aprenden español.
jueves, 24 de marzo de 2016
miércoles, 23 de marzo de 2016
¿Qué idiomas se hablarán en el futuro? ¿Cuántos idiomas existen? (1ra Parte)
¿Qué idiomas se hablarán de aquí a un siglo? En el mundo se hablan casi siete mil idiomas. Sin embargo, casi la totalidad de la población mundial se concentra en un pequeño grupo de idiomas. En el próximo siglo la mayoría desaparecerá.
¿Qué idiomas se hablarán de aquí a un siglo? ¿Cuáles se extinguirán? ¿Habrá un único idioma universal para comunicarnos? La idea de un idioma que permita la comunicación entre todos los habitantes del planeta ha sido desde hace mucho una aspiración. A finales del siglo XIX hubo dos intentos por crear un idioma “universal”: El Volapük y el Esperanto. Volapük y Esperanto El Volapük, creado por un sacerdote alemán en 1879, es una mezcla de palabras en francés, alemán e inglés. Tuvo un éxito relativo, y llegó a ser hablado por unos cien mil habitantes; pero la complejidad de su gramática, los sonidos extraños que lo componen, la enorme influencia del latín y la dificultad para aprenderlo, hacieron que este idioma desapareciera pronto. El Esperanto, creado en 1887, resultó más fácil de aprender, y en la actualidad la cifra más conservadora asegura que unas 200 mil personas lo hablan. Y hay quienes aseguran que 30 millones de personas. Pero el objetivo final -convertirse en un idioma universal- tampoco se produjo. El volapük y el esperanto fracasaron por un motivo: fueron una creación artificial y no consecuencia de la evolución del idioma en una región del mundo. Luego de estos intentos fallidos se impuso el inglés como idioma universal. Tuvo mayor éxito, entre otras razones, porque no fue la creación artificial de una mente brillante, sino por tratarse de un idioma hablado por varios pueblos en el mundo. Un idoma práctico, que facilitó las transacciones comerciales entre los países; y así se fue creando, con el paso de los años, un consenso en torno al inglés como el idioma más universal. Lo que no quiere decir que sea el idioma con mayor número de hablantes.
Los idiomas más hablados en el mundo Según los especialistas, en la actualidad se hablan en todo el planeta unos 6912 idiomas. Y las distribución de todos ellos entre el número de habitantes del mundo es altamente desigual. Muy desigual. Basta con decir que el 90% de la población mundial habla unos pocos idiomas. El continente donde más lenguas se hablan -y también hay que decirlo, donde se concentran los idiomas de mayor dificultad- es Asia. En el continente asiático se hablan 2200 idiomas. Después está África, luego viene la región del Pacífico, seguido del continente Americano. Europa es la región del mundo que concentra el menor número de idiomas. Europa, pese a contar con el menor número, cuenta, además, con algunos de los idiomas más hablados en el planeta. La distribución entre idiomas existentes e idiomas más hablados en el mundo es muy grande. Un abismo: La población mundial ronda los 7 mil millones. Casi la mitad, un 45% de la población, habla apenas siete idiomas, el 1,43% de los casi siete mil existentes. Uno de esos idiomas es el Bengalí, idioma oficial de Bangladesh, Bengala Occidental, Tripura, Orissa, Megahalaya y Assam. Es hablado por unos 211 millones de personas. Después está el Árabe, hablado en el Norte de África y en el Medio Oriente; además es la segunda lengua en otros países del continente africano y en algunos países asiáticos. Es hablado por unos 250 millones de personas. Le sigue el Ruso, con unos 277 millones de hablantes. Es el idioma oficial en Rusia, Bielorrusia, Kirguistán, Kazajistán, Abjasia y Osetia del Sur. El ruso también es hablado como segunda lengua en Ucrania y es notable su influencia en algunos países de Europa Oriental. Después está el Español, idioma oficial en España, en casi toda América del Sur y casi toda América Central. Luego el idioma más hablado es el Indostánico, nombre que agrupa a un conjunto de idiomas y dialectos hablados principalmente en India y Pakistán. Es hablado por unos 497 millones de personas. Y el segundo idioma más hablado en el mundo, el Inglés. Cuenta con unos 508 millones de hablantes. Y el idioma más hablado en el mundo, el Mandarín. Con más de mil millones de hablantes, además de China es hablado en Taiwan y Singapur. De la lista llama la atención que algunos de los idiomas más hablados no representan necesariamente mayor universalidad. El bengalí, indostánico y mandarín se hallan concentrados en regiones muy específicas dentro de un continente. Por el contrario lo otros de la lista – árabe, ruso, español e inglés- van más allá de los límites geográficos y son hablados en más de un continente.
Curiosidad sobre la Biblia: Ha sido traducida al 100% en unos 438 idiomas. El Nuevo Testamento en unos 1468 idiomas y algunas partes como los Evangelios, Apocalipsis y Los Salmos ha sido traducido a 848 idiomas.
martes, 22 de marzo de 2016
Libros que son un dolor de cabeza
Literatura
Libros
difíciles de leer
Su
condición de clásico atrae la atención del lector, pero la
complejidad del lenguaje, las técnicas narrativas empleadas -no
siempre asimilables para el lector promedio- etc, terminan por acabar con la paciencia de la mayoría de los lectores: Libros difíciles de leer.
Ladrillo,
tostón, mamotreto o tocho -aunque estos dos últimos se usan para
referirse a la extensión y no tanto a la complejidad del libro-
todos los lectores se han enfrentado, al menos una vez en la vida,
con uno de ellos. Libros muy conocidos, clásicos consagrados por el
tiempo -el verdadero juez literario-, pero que al momento de leerlos
parecen derrotar el entusiasmo del lector. No se trata de hacer una
lista exhaustiva, pero sí comentar algunos. Como es obvio suponer,
ninguno es el tipo de novela que se lee, apaciblemente, recostado en
la cama, antes de dormir.
Uno
que siempre debe aparecer en la lista es de autor latinoamericano.
Terra nostra, de Carlos Fuentes. Se trata de un ladrillo de
ochocientas páginas y existe una anécdota que da una idea de a qué
nos enfrentamos. Al parecer esto nunca sudeció, pero hay fuentes que
la dan por cierta. En una ocasión, por allá por los sesenta, Mario
Vargas Llosa y Gabriel García Márquez viajaban en avión. De
pronto, se desata una tormenta -con turbulencia incluída-, y ante la
posibilidad de que el avión se precipitara, García Márquez toma
por el brazo a Vargas Llosa y le pregunta: “-Dime la verdad, Mario
¿tú leíste Terra Nostra?” (Si alguien sabe si esto
sucedió de verdad o es un chiste, que escriba) Otra de las bromas
que circuló sobre esta novela -esta vez a cargo de Carlos Monsiváis-
es que se necesita una beca para poder leerla. Lo novela va de la
historia de España e Hispanoamérica desde la Conquista hasta el
momento en que fue publicada, y luego hasta el futuro, a finales del
siglo XX.
Otro
libro de difícil lectura es En busca del tiempo perdido de
Marcel Proust. La novela consta de siete tomos y muchos la acusan de
ser extremadamente aburrida. Harold Bloom, pope de la crítica
literaria, nos anima a leerla. Quien lo haga, se enfrentará a, por
ejemplo, más de treinta páginas del autor contando acerca de las
vuelta que da en la cama antes de quedarse dormido. Pero hay más,
Proust escribía en oraciones largas, muy largas, y hay alguna que se
prolonga durante dos páginas. Cuando uno llega al final de la
oración, ya no sabe de qué iba la lectura y hay que volver atrás.
Otro
difícil de digerir: El arcoiris de gravedad de Thomas
Pynchon, un mamotreto de casi 1200 páginas. En el capítulo de
Los Simpsons en que el propio Pynchon presta su voz para el
capítulo en que aparece, hay una ironía acerca de la lectura de
este libro. Un estudiante le pregunta a Lisa “¿Estás leyendo El
arco iris de gravedad?” a lo que Lisa responde “en realidad
lo estoy releyendo” Releyendo.
Cuando
fue publicada, en 1973, un profesor universitario norteamericano se
recluyó durante tres meses, alejado del mundo, para poder digerir el
libro.
Pero
el escritor más emblemático en este campo es, sin ninguna duda,
James Joyce. El Ulises, tambien recomendado encarecidamente
por Harold Bloom, es el clásico libro ladrillo. Más de ochocientas
páginas -unas 267.000 palabras- dedicadas a hablar de un día en la
vida de Leopold Bloom y Stephen Dedalus. Eso sí, de una riqueza
lexicográfica incomparable, pues su vocabulario supera los 30 mil.
Generalmente, el lector abandona su lectura por la página 20-30.
Pero
hay más. Joyce es autor, además, de una obra varios años luz más
abstrusa que el Ulises,
el Finnegans
Wake,
el santo grial de los libros ininteligibles. Según una versión
disponible en internet, el libro llega a las 849 páginas. No sólo
es difícil leerlo, también traducirlo al español y por eso sólo
existen hasta el momento traducciones parciales. Dicen que se puede
adaptar, reinterpretar, versionar o emular, pero nunca traducir. La
razón es que esta novela echa mano del dialecto local irlandés.
Vladimir Navokov se despachó a este libro con estas palabras: “un
canceroso brote de estrambóticas palabras entretejidas difícilmente
logra redimir la horripilante jovialidad del folclore y esa alegoría
desmesuradamente fácil” no sin antes asegurar que se trata de un
libro de un “aburrimiento espeluznante.” Si alguien se anima, se
puede conseguir gratis en internet en PDF.
Finnegans
Wake
Se conservan más
de 25 mil documentos relacionados con la elaboración de esta novela,
incluyendo unas 14 mil notas, además de 9 mil páginas de
manuscritos y pruebas mecanografiadas.
lunes, 21 de marzo de 2016
El matrimonio feliz entre la Literatura y los Videojuegos
Tendencias
Literatura
y videojuegos
En
la relación entre videojuegos y literatura hay dos claras tendencias
fácilmente identificables: Videojuegos inspirados en la literatura y
literatura que ha surgido, o se ha inspirado, en los videojuegos.
Los
creadores de videojuegos han encontrado en la literatura -muchas
veces en los clásicos- materia prima para construir historias que
logran atrapar emocionalmente al gamer. De hecho, dentro de la jerga
de esta cultura digital, esta palabra traduce como “viciado”, es
decir, alguien que está completamente entregado a los videojuegos y
dedica muchísimas horas a ellos. Los desarrolladores de videojuegos
aprovechan el enorme potencial que tienen las historias -desde la
literatura clásica hasta la moderna- y su poder para conmover,
emocionar, sorprender, intrigar, etc. Pero esto es sólo una forma de
verlo.
También
hay que pensar en cómo los videojuegos mismos construyen sus propios
universos ficcionales. Sus posibilidades van desde ambientes de
terror (American Psycho, Bret Easton Ellis) hasta sociedades
futuras distópicas (Un mundo feliz, Aldous Huxley) pasando
por el género fantástico (Alicia en el país de las maravillas,
del que ya existen videojuegos) y la ciencia ficción (Crónicas
marcianas, Ray Bradbury) sin olvidar, desde luego, las historias
de guerra (Sin Novedad en el frente, Remarque) o algunas
épocas en la historia, como la Edad Media (Los pilares de la tierra,
Ken Follett) Y por supuesto, una de las temáticas más
“videogamizables”: La novela negra ( de la que también existen
varios videojuegos) Así que las posibilidades desde la literatura
hacia los videojuegos son casi infinitas.
Y la
posibilidad de que los videojuegos amplíen sus propios universos
ficcionales, también.
Esto
último sería algo así como el santo grial de los gamers: un juego
que permita la simulación en estado puro, un juego en el que sea
posible cualquier destino, cualquier posibilidad. El reino de la
creatividad sin ningún tipo de restricción codificada. Esta
búsqueda, esta exploración ha dado origen, además, a otra
tendencia: Novelas que están inspiradas o basadas en videojuegos.
Algunos
clásicos que se han convertido en videojuegos son La Divina
Comedia de Dante. Pero sólo el primer libro, El Infierno,
cosa que viene a demostrar que el mal, no sólo es una fuerza
fundamental en la vida y en la literatura sino que esto también se
traslada a los videojuegos. En Dante's Inferno, Dante
desciende a los infiernos para recuperar a Beatrice, su amada. Y para
conseguirlo deberá enfrentar a los monstruos y demonios que están
descritos en la obra original. Un ejemplo icónico es American
McGee's Alice, que tuvo secuela: Alice: Madness return,
ambos basados en Alicia en el país de las maravillas. Del
libro -un cuentos infantil- pasa al videogame a ser una despiadada
lucha por la supervivencia. Basado en literatura más reciente, cabe
mencionar La Abadía del Crimen, videojuego basado en El nombre de la
Rosa, de Umberto Eco, y que fuera lanzado en 1987. En ella, el
protagonista debe descubrir, a los largo de una aventura de 7 días,
al culpable de una serie de muertes cometidas en una abadía
italiana.
En
cuanto a la otra tendencia -videojuegos que se convierten en
literatura- el caso más icónico es, sin duda, Halo. De este
videojuego se han producido ya once novelas y una novela gráfica.
The Franz Kafka
Videogame
Este
videojuego recrea varias historias del autor checo, en las que el
propio Kafka deberá ir superando una serie de obstáculos tan
insólitos y burocráticos como los que encontramos al leer sus
libros.
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